martes, 20 de septiembre de 2011

Mi tío Miguel López

Familia Lopez Medinilla en la puerta de la cueva (sobre 1910)
Mi tío Miguel era el mayor de ocho hermanos (seis varones y dos hembras). Como todos los mayores el padre quiso que fuera un poco su suplente en ausencia, pero el tenía otros planes muy distintos a los de su padre.
Desde que comenzó a trabajar en el campo, no prestaba mucha atención en los trabajos encargados, pensando seguramente en sus planes propios. Llegó un momento que el padre comenzó a reprenderle, pero él continuaba igual, hasta que por fin mi abuelo entendió o quiso cortar con aquella situación y le dejó irse a trabajar a la floreciente, en aquellos momentos, artesanía de la piel.

Pasado un corto tiempo de aprendizaje otros amigos o compañeros le propusieron formar su propia empresa. Él como no dominaba bien el oficio se puso en embalaje y envío de pedidos, trabajo que teóricamente era más sencillo. También asumió el control de la “oficina”, donde estaba Benjamín Calvo, que era una persona de confianza y en unas horas por la tarde hacía este trabajo extra.
Por aquel tiempo había muy pocas empresas grandes y era muy normal, que trabajadores de la banca, seguros o enseñanza se dedicaran por las tardes a “oficinista”.

Al comienzo fueron cinco aparceros, con el tiempo se fueron dos y quedaron José Romero, Antonio Ordoñez y Miguel López Medinilla.
Aquello les iba bien, le posibilitó tener mejores ingresos que cualquier trabajador: vestía muy bien, tuvo uno de los primeros Seat seiscientos que vendieron, no le duró mucho, y tuvo que comprar otro que ese sí duro el resto de su vida de conductor. Como gran aficionado a los toros, de cuando en cuando viajaba para ver espectáculos taurinos en otras poblaciones, incluso regaló un toro para un beneficio, que luego tuvo aquello una historia que contaré más adelante.
Para la psoriasis que padecía todos los años se iban 15 días de playa cuando ni los muy ricos tenían esa costumbre.
Se compró un terreno en Vista Alegre y se construyó una vivienda, con una gran terraza delantera y unas vistas de Ubrique, preciosas. Entonces aquello era extramuros, pero era la entrada y salida de Ubrique. La pega que le escuchaba a casi todos era, que estaba muy lejos, que había que pasar Los Callejones, cuando desde Santamaría eran huertas. Desde la acera de enfrente también eran huerta desde la casa de Luis del Canto. Creo que en gran parte era simplemente envidia

Se casó con Juana Nuñez y tuvieron un hijo, que como buen aficionado a los toros, y gran admirador del torero Luis Miguel “Dominguín”.
Era el primer nieto de todos los hermanos estaban con el encantados, pero el niño tendría un serio problema de salud, que fue imposible de superar, en aquellos tiempos. Muriendo en pocos meses de vida.
Seguramente a consecuencia del trauma estuvieron varios años sin hijos, hasta que nació Maribel, que esta ya no tuvo problemas de salud.

Y además mi tío Miguel era mi padrino, !esto para mí era la bomba¡. En unos años de escasez de casi todo, después de mi primo Luis Miguel nací yo. Era lo normal que el hijo del segundo hermano lo apadrinase el primer hermano, por aquello de las costumbres ancestrales. Y este hecho me vino como un regalo divino.

Por ser durante dos años y medio el único nieto de una larga familia, pues era “el juguete” de todos, esto me hizo tener muchos regalos, cuando esto era muy poco corriente, sobre todo de mis tías María y Ana (esta menos porque era costurera y no tenían sueldo, solo un pequeño regalo, como si fueran eternas aprendizas). Pero sobre todo los de mi tío Miguel.

Recuerdo con especial cariño un año que se presentó a llevarles los reyes a su madre, como todos los años y a mí. Deslié el papel, fino oscuro, lo normal era que no fuera envasado o como mucho en papel de periódico, cosa que se está poniendo de moda ahora por lo del reciclaje y yo soy un seguidor de esta “moda”.
Dentro llevaba una carpeta hecha en cabra frisada, color natural, con forro de badana, también de cabra, que después la tuve usando hasta que me vine de la escuela con 11años. Pero la carpeta llevaba otra sorpresa !una pelota de goma¡.
En unos años que para jugar a la pelota te la tenias que fabricar con papeles y una cuerda, aquello era para mí el no va más.
No valía mucho dinero y mis padres y tías me la hubieran comprado, incluso yo con mis ahorros, pero existía otra razón, los zapatos se rompían antes jugando a la pelota, por tanto...Me duró muchos años hasta que un mal día se me pinchó, pero hasta entonces me dio muchas horas de juego, junto a hermanos y amigos.

Cuando iba de paseo con los amigos y me encontraba a mi tío me acercaba para darle un beso y siempre como un autómata, sacaba el monedero y me daba algún dinero, con lo cual me ayudaba a comprar parte de la cantidad de tebeos que tenía y que leía desde muy pequeño.

Cuando ya era más mayor la fabrica no iba bien, una plantilla muy mayor, con una gran carga de antigüedad y unos patronos en edad de jubilación.
Al principio de los 80 no hubo muchos hijos que tomaran las empresas paternas, gran parte de ellos eran universitarios y querían vivir de sus estudios. Esto provocó una escalonada desaparición de empresas medianas que creó un gran paro e incertidumbre entre los trabajadores. Todo enmarcado en una gran crisis que se venía arrastrando de los últimos años de la dictadura.

Mi tío me propuso que me traspasaba su parte en el negocio, cosa que rechacé porque entonces me preparaba para líder social, entiéndase, sindicalista, político o en entidades culturales o ciudadanas. Cosa que hice durante los años idealistas y gratis total.
Le dije que no, que no entraba en mis planes ser empresario.

Después del cierre, su hija ya casada se tuvo que trasladar por motivo laborales a Cádiz y mi tía Juana Nuñez y él ya mayores tuvieron que irse con ella y su familia.
Estuvo ingresado en el hospital al mismo tiempo que mi padre y cuando murió mi padre ya estaba recuperado.
Pero años después cuando murió, justo el día que lo traían a enterrarlo a Ubrique, yo tenía que llevara mi esposa a operarla de la columna vertebral, nos cruzamos a la altura del Bosque.

Dije antes que regaló un toro para un beneficio y que trajo cola. Los toros iban a ser fuera de temporada y en unos años que cuando en Ubrique se ponía a llover era un diluvio, lo normal era que gran parte de las huertas del margen derecho del rió se inundaran.
El día de la corrida llovía y no se pudo celebrar, por tanto se aplazó e igualmente llovió también y así se fue aplazando llegó el carnaval y con las restricciones propias de una dictadura, salieron letrillas sobre la corrida.
Yo estuve alguna vez con mi tío, por la tarde cuando Sebastian Macias “el Pato”era el promotor y cuidador de los toros, le ponían un baño de cinc en medio del ruedo con paja y grano y otro con agua y después de la comida ellos mismo entraban al los chiqueros, hasta que a los 5 ó 6 meses ya |por fin se pudo hacer el espectáculo¡.

Da la circunstancia que ese toro era de la ganadería de Roalabota, propiedad del Marqués de Villamarta. Lindaba justamente con la dehesa que guardaba mi tío político José Jiménez Coroníl. Una vez comprado el toro desaparece y mi tío José va con el caballo por medio del monte y de pronto muy cerca de él se levanta un toro que estaba tendido al parecer y como el monte era espeso el caballo no podía moverse bien, menos mal que se fue en otra dirección y no hizo por cogerlo.
Justamente era el toro que regaló mi tío Miguel.

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