martes, 2 de noviembre de 2010

Mi tía Trinidad


Mi tía era la segunda de las hermanas y tercera de la familia Salas Flores. Como dije en “Mi tía Aurora”, estuvo en Jerez como moza de servicio con la familia de los “Triguitos” que descendían de Ubrique.
Allí conoció a un maestro llamado Justo, de los que iban por los campos leyendo los periódicos y enseñando a la gente a leer y escribir, normalmente por la comida.
Cuando comenzó la guerra civil lo apresaron y lo llevaron al Alcazar de Jerez. Allí mi tía solía llevarle todos los días las cosas más elementales que podía acarrear, cosa que le sería muy difícil de conseguir en tiempos de escasez. Y probablemente no los recibiera ni él, porque el régimen dictatorial no solía pagar muy bien a sus esbirros.
Un día llegó y le dijeron que Justo ya no estaba allí. Le había tocado ser uno de las “sacas” o “los paseos”. Consistía en que escogían un grupo, sin juicio previo ni sentencia, los subian a un camión, los llevaban a algún lugar, normalmente eran las tapias de los cementerios, y los fusilaban sin más, otras veces los arrojaban en cualquier lugar que hubiese un hoyo. Por supuesto sin comunicárselo a las familias, que por otra parte me las imagino tan aterrorizadas, que difícilmente reclamarían los restos.

Tiempo después, un primo del novio asesinado que se llamaba Sixto Carrasco Pérez, descendiente de Lebrija se hizo novio de Trinidad y se casaron. Yéndose a vivir al Cortijo de los Pérez Luna que tenía entre Lebrija y Trebujena, se llamaba Monasterejo, iban como caseros y además mi tío llevaría la granja de unas 1200 gallinas ponedoras.
Allí transcurrió su vida durante bastantes años, hasta que se jubiló y se marcharon primero a Trebujena, en una pequeña casita casi del extra radio y luego a Jerez, donde buscaron en El Cerro del Moro, una casa de vecinos con dos habitaciones juntas y un Waters y cocina frente a las piezas anteriores. Las pensiones del campo en esos años de principio de los 70 no eran ni para vivir.

Mi tía hacía de casera y cocinera ocasional, cuando llegaba a horas de comer el dueño, normalmente llevaba pescado para que mi tía lo limpiara y  al aceite hirviendo. Pero mi tía le daba un punto exquisito. Cuando yo estaba allí le ayudaba siempre a quitar la piel a las asedias y lenguados, que entonces los ricos no solían comer pescado azul, era  bastante más barato y sólo lo comíamos los pobres. Al igual que los ricos del medievo que sólo comían carne y  tenían problemas de gota. Supongo que otros también indoloros, hasta que se dieron cuenta que los pobres que comían sobre todo vegetales, duraban más y padecían menos dolores de gota.
Lo cierto es que después de años y años sin vacaciones, de servicio continuados de limpieza en la casa del dueño –un salón comedor-biblioteca y una habitación-. Y cocinera ocasional, no tenía derecho ni a la mísera  pensión que les quedaba a los jornaleros, y los fijos aun peor.
Primero por tener un trabajo fijo, heredable por sus hijos, que en este caso no los hubo. Solían dejarles un trozo de tierra para hacer un huetesillo así que los jornales eran algo más bajo que a los eventuales. Por tanto la pensión también.
Eso sí, durante toda su vida los descendientes del dueño que los contrataron por Navidad les solían dar una caja de polvorones y   un dinerillo, a modo de aguinaldo.


 Mi tío Sixto era para mí una magnifica persona, pequeño de estatura, fuerte de complexión, carácter bonachón y cariñoso, muy recto y responsable en el trabajo y con los bienes que eran de su responsabilidad. Tenía con él  una magnifica relación familiar del que a veces me quedaba boquiabierto con sus reflexiones, de una persona que era casi analfabeta. Tenía mucho sentido del humor, nos contábamos chistes y  su  risa,  muy ronca, casi siempre terminaba con la tos, de tener los pulmones hechos polvo por los largos años de fumador. Y cuando los dolores de reuma le atacaban demasiado, se subía al tejado de los gallineros y tenía varias colmenas, las movía y salían cabreadas le pican varias, se bajaba, y en unos días mejoraba de los dolores.

Tenían una radio de aquellas que funcionaban con batería, que cuando se descargaba, hasta que alguien no fuera Trebujena o Lebrija que se la cargaran nos quedábamos sin distracción Pero cuando lo teníamos activo, estábamos algo conectado al mundo, flamenco y los extraordinario relatos de Peter Grave. Cuando no charlas y yo lecturas, a la luz del quinqué.
El dueño en su casa tenía una biblioteca con numerosas revistas de Readers Dieger, donde venían muchos articulillos sobre temas muy variados y la Historia de los Miuras también estaba allí, en un tomo la leí entera y me encantó.

Al entrar a la casa del dueño había un letrero en cerámica que decía “Cava profundo y echa basura y cágate en todos los libros de agricultura” que a mí se me antojaba extraño que una persona  que los jornaleros le decían “El Señorito” tuviera un letrero así en su casa.
Mi tío me hablaba de Jesucristo, de Mahoma o Gandhi, como grande personajes de la historia.

Creo que los únicos viajes que hicieron por placer fueron dos o tres veces que vinieron a Ubrique y una vez que fueron con mis padres a Madrid, cuando aun vivía allí mi tía María y estuvieron allí una semana.
 Mi tía por haber estado tal vez en una casa de gente de dinero aprendió la cocina tradicional andaluza y era un placer comer sus guisos, potajes o unas simples patatas con huevos.
Cuando quedó viuda, no se quiso venir a vivir con mi madre y le gestionaron allí una sobrina del marido, ante un patronato, que creo que se llama Andrés Rivera, y su labor consiste en facilitar unas viviendas pequeñas pero bien acondicionadas, para personas solas. Le concedieron una y por una cantidad irrisoria podía tenerla mientras viviera.

Con 91 años aun se hacía todas las cosas, todo muy bien ordenado y limpio, daba gusto estar allí. A veces nos llamaba para que fuésemos a por ella para pasar unos días con mi madre y siempre le decía que nos preparara unas patatas con huevos, que le daba un punto de cinco tenedores. Pero otras veces entrábamos a una venta a almorzar que a ella también le gustaba el asunto.
Cuando ya no pudo vivir sola, un sobrino y su esposa gestionaron para traérsela a Ubrique, aquí estuvo ya vegetando un tiempo y murió.
Mi tía por ser de las mayores de una familia de siete hermanos destrozada por el alcoholismo paterno, no tuvo la oportunidad de aprender unos conocimientos básicos y como le mataron el novio maestro, pues…
En el entierro de mi tío Sixto vinieron de Barcelona una sobrina y el marido y recuerdo que nos dijo él de mi tía “Es áspera como un asperón,  pero hay que ver la dedicación y lo bien que ha tenido cuidado a su marido desde siempre”.
Y todavía más meritorio teniendo que tomar una buena cantidad de pastillas diarias y sin saber leer, pero tenía una memoria exelente,  y por los colores y las formas se apañaba ¡y no se equivocaba nunca¡
Era una persona de pocas palabras, poco sentido del humor, muy diligente para hacer las cosas, ya con la edad era muy sorda, lo cual le aislaba más, al mismo tiempo era muy lúcida y reuía algunso familiares que se acercaban por interés.

Nota: la foto de cabecera es Trinidad Salas Flores y la foto segunda los dos del centro, más bajitos, el de la derecha es Sixto Carrasco Pérez y el de la izquierda José Benítez Vegazo, maridos de mis tías Trinidad y Aurora respectivamente.

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