miércoles, 25 de agosto de 2010

El zoológico de Cabárceno

Esta historieta la escuché en la radio y por el desenlace tan inesperado quedó gravada en mi mente.
Un señor estuvo con su coche paseando por ese lugar tan precioso que se llama Cabárceno, que es un zoológico en Cantabria, donde los animales están sueltos y se puede circular con el coche por casi todo el recinto, entre gran variedad de animales.
Él estaba dando cacahuetes a los monos que se subían por doquier en el coche, desde un cristal un poco bajado para que entrase la mano pero no el animal. El revuelo de monos atrajo a un pequeño elefante que se hizo paso a trompazo limpio e introdujo la punta de la trompa para recibir su parte. Pero unos cacahuetes debieron saberle a poco y forzó con su apéndice nasal la ventanilla. El hombre se asusta e intenta cerrarla, con lo cual le produjo un dolor que lo enfadó bastante. Cuando pudo sacar la narizota la tomó a cabezazos y trompazos contra el vehículo que trataba de huir pero que el animal y los obstáculos no lo dejaba.
A trompicones como pudo, se escapó de la manta de golpes, llendo a serenarse al bar-restaurante del parque
y no se le ocurre otra cosa que beberse una copa de coñac "pa serenarse". Creencia propia de la época, que el coñac, lo mismo servía para serenarse que para exitarse.Por mi corta experiencia creo que sirve más para lo último que lo primero
Cuando le pareció se subió al coche y a pocos kilómetros se encuentra la circulación parada y una larga cola, se baja para saber qué pasaba y en ese momento llega la Guardia Civil.
Se para detrás de él y sin preguntar le dicen que es el culpable del accidente en cadena.
!Si yo acabo de llegar¡ A lo que los guardias les responden que la cosa está clara, el coche esta abollado por todos lados, ha embestido al anterior produciendo un choque en cadena, !está claro¡
A lo que ya el otro en un estado de exitación y nerviosismo le dice que: el elefante, el elefante.
Los Guardias que no salen del asombro le dicen sopla aquí, y cuando vieron el grado de alcoholemia se lo llevaron al cuartelillo.
Allí pasó la noche tratando de convencer a los perspicaces guardias de que él no había sido y aquello del elefante que tampoco lo veían claro.

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